La memoria y el olvido son herramientas de nuestro cerebro, que sirven para almacenar y recuperar la información, así como para dejar de recordar dicha información. Para su correcto funcionamiento, el cerebro necesita ambas funciones.
¿Y si pudiéramos conseguir que las máquinas actuaran de la misma forma? En el intento de otorgar a las máquinas esta genial flexibilidad del cerebro humano (y crear las máquinas de aprendizaje definitivas), un equipo de científicos del Laboratorio Nacional Argonne del Departamento de Energía de EE. UU., en colaboración con el Laboratorio Nacional Brookhaven y tres universidades, han descubierto por primera vez que existe en la naturaleza un material con la capacidad de olvidar de la misma forma que lo hace nuestro cerebro.
Dicho material actuaría de forma similar a los mecanismos que utiliza la biología para retener y procesar información. Para ello, realizaron un experimento que combinó simulación de superordenadores y caracterización de rayos X de un material que gradualmente se "olvida", la perovskita.
Nos acercamos a la Inteligencia Artificial avanzada: máquinas tan flexibles como el cerebro humano
"El cerebro tiene una capacidad limitada, y solo puede funcionar eficientemente porque es capaz de olvidar. Es difícil crear un material no vivo que muestre un patrón que se asemeje a un tipo de olvido, pero el material específico con el que trabajamos puede imitar ese tipo de comportamiento", aclara Subramanian Sankaranarayanan, líder del trabajo.
El material, llamado perovskita cuántica, nos ofrece un modelo no biológico más simple de lo que representaría la función del "olvido" a nivel electrónico. La perovskita, descubierta en 1839, al pie de los Montes Urales por el geólogo berlinés Gustav Rose, muestra una respuesta adaptativa cuando los protones se insertan y se eliminan reiteradamente, que se asemeja a este mecanismo cerebral humano al que nos referimos.
Así, "cuando los científicos agregan o eliminan un protón de la retícula de perovskita, la estructura atómica del material se expande o contrae de forma espectacular para adaptarse a un proceso llamado 'respiración reticular'", expone Badri Narayanan, coautor del estudio.
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