George Clooney es el último gran fichaje de las plataformas de televisión por internet. El conocido y prestigioso actor y director prepara una miniserie para Netflix sobre el escándalo Watergate, una trama de espionaje político en los años 70 que finalmente acabó con la dimisión del entonces presidente de Estados Unidos, Richard Nixon.
Según informó el medio especializado 'Variety', Clooney figurará como productor ejecutivo de esta serie limitada de ocho episodios, que escribirá Matt Charman, uno de los responsables del guion de la película de Steven Spielberg 'El puente de los espías' (2015).
El escándalo Watergate comenzó en 1972 cuando cinco personas fueron detenidas acusadas de robar documentos en la sede del Partido Demócrata, en Washington. Las revelaciones de un agente del FBI conocido como 'Garganta Profunda' condujeron a Bob Woodward y Carl Bernstein, periodistas del diario 'The Washington Post', a destapar una red de espionaje y sobornos para asegurar en 1972 la reelección del republicano Nixon, quien tras desvelarse la trama renunció a la presidencia de EE.UU. en 1974.
El escándalo Watergate, uno de los momentos clave de la política de EEUU del siglo XX, llegó a la gran pantalla en 1976 con la película 'Todos los hombres del presidente', del realizador Alan J. Pakula, que con Dustin Hoffman y Robert Redford como protagonistas. La producción fue galardonada con cuatro Oscars.
Tras hacerse muy popular en televisión como protagonista de la archipremiada serie 'Urgencias' (1994), a sus 56 años Cloney ha realizado una brillante carrera en Hollywood. Ganador de la estatuilla a la mejor película por 'Argo' (2012) y del Oscar al mejor actor de reparto por 'Syriana' (2005), Clooney ha dejado su huella como intérprete en '¿Dónde estás, hermano?' (2000), 'Ocean's Eleven' (2001) y 'Gravity' (2013), mientras que como realizador ha destacado en películas como 'Buenas noches y buena suerte' (2005).
George Clooney, que también es muy conocido por su labor filantrópica junto a su esposa Amal Clooney, ha presentado este año la cinta 'Suburbicon', en la que, como director, cuenta con un elenco encabezado por Matt Damon, Julianne Moore y Óscar Issac
jueves, 21 de diciembre de 2017
miércoles, 20 de diciembre de 2017
Un hombre se lanzará en un cohete casero para intentar demostrar que la Tierra es plana
La Tierra es plana y los astronautas conspiran para hacerle creer a toda la humanidad lo contrario. Eso piensa Mick Hughes, un estadounidense de 61 años, que se dispone a despegar este sábado en un cohete casero y volar a 550 metros de altura para fotografiar las pruebas que demuestran sus teorías terraplanistas.
El cohete casero que construyó Mike Hughes, en su casa de California. MIKE HUGHES AP
Su único patrocinador para The Flat Earth Society (La Sociedad de la Tierra Plana), un grupo de negacionistas de la ciencia que defiende que el planeta tiene la forma de un disco plano, que el polo norte se encuentra en el centro de este y que la Antártida cubre todo el límite de la circunferencia. El loco Mike, como le conocen, cree que el ser humano aún no ha viajado al espacio. Así lo asegura desde el salón de su casa, empapelado con dibujos de cohetes, en un vídeo que publicó en 2016 para recaudar el dinero necesario y concretar el proyecto que finalmente pondrá a prueba este sábado. "Yo soy la última persona que ha puesto a un hombre en un cohete y lo ha lanzado", sentencia.
Hughes tiene, según dice en el vídeo, 40 años experiencia con cohetes. Su última hazaña fue en 2014, cuando creó su primer cohete casero tripulado. En un vídeo publicado en YouTube, la nave despega, vuela unos 500 metros y, al caer, Hughes debe ser ayudado por su equipo a salir del artefacto.
Juego de tronos VI: vientos de infierno (parte I)
(Atención: este artículo contiene SPOILERS)
Avisaron, eso no se les puede negar. Lo dijeron bien clarito: «La sexta temporada de Juego de tronos es la mejor que hemos hecho». Baja Modesto, que suben David Benioff y D. B. Weiss.
Y eso que no son ellos mucho de ponerse así de chulos. Por eso había
muchas expectativas puestas en la última temporada de la serie, cuya
emisión se completó el pasado domingo en HBO. Y porque, con ella, la adaptación televisiva de la Canción de hielo y fuego superaría el punto de la historia hasta el que han avanzado los libros de George R. R. Martin. Resultado: cuatro estrellitas. Aunque «la mejor temporada de Juego de tronos» quizá sea mucho decir, nos parece justo reconocer que ha sido la mejor de los últimos años.
Eso no quita, claro, que no vayamos a
dar nuestro paseo anual por Poniente perdonando vidas y haciendo como si
Weiss y Benioff nos debieran dinero. Y aplaudiéndoles las piruetas, eso
también. Honrando la que ya es tradición en esta casa, hoy traemos un surtido picadito de impresiones acerca de la sexta temporada de Juego de tronos.
Siete para lo mejor, siete para lo peor. Y esta vez en dos entregas; en
la de hoy señalamos los puntos flojos de la temporada y en la segunda,
mañana, cantaremos las alabanzas. Y le invitamos, como siempre, a que
alce el dedo y a que se encarame con nosotros al tonel de pontificar,
que arriba siempre hay hueco. Y a que no se lo tome muy en serio, que
tampoco es esto la reforma educativa. Habrá SPOILERS, obviamente. Y unos spoilers
del copón, porque hemos supera
(Atención: este artículo contiene SPOILERS)
Avisaron, eso no se les puede negar. Lo dijeron bien clarito: «La sexta temporada de Juego de tronos es la mejor que hemos hecho». Baja Modesto, que suben David Benioff y D. B. Weiss.
Y eso que no son ellos mucho de ponerse así de chulos. Por eso había
muchas expectativas puestas en la última temporada de la serie, cuya
emisión se completó el pasado domingo en HBO. Y porque, con ella, la adaptación televisiva de la Canción de hielo y fuego superaría el punto de la historia hasta el que han avanzado los libros de George R. R. Martin. Resultado: cuatro estrellitas. Aunque «la mejor temporada de Juego de tronos» quizá sea mucho decir, nos parece justo reconocer que ha sido la mejor de los últimos años.
Eso no quita, claro, que no vayamos a
dar nuestro paseo anual por Poniente perdonando vidas y haciendo como si
Weiss y Benioff nos debieran dinero. Y aplaudiéndoles las piruetas, eso
también. Honrando la que ya es tradición en esta casa, hoy traemos un surtido picadito de impresiones acerca de la sexta temporada de Juego de tronos.
Siete para lo mejor, siete para lo peor. Y esta vez en dos entregas; en
la de hoy señalamos los puntos flojos de la temporada y en la segunda,
mañana, cantaremos las alabanzas. Y le invitamos, como siempre, a que
alce el dedo y a que se encarame con nosotros al tonel de pontificar,
que arriba siempre hay hueco. Y a que no se lo tome muy en serio, que
tampoco es esto la reforma educativa. Habrá SPOILERS, obviamente. Y unos spoilers
del copón, porque hemos superado los libros y ahora ya sí que sí
hablaremos de todo. Advertido queda si aún no ha acabado la temporada o
el último libro, Danza de dragones. Como dijo Edmure Tully, el que avisa no es traidor.
do los libros y ahora ya sí que sí
hablaremos de todo. Advertido queda si aún no ha acabado la temporada o
el último libro, Danza de dragones. Como dijo Edmure Tully, el que avisa no es traidor.
1. Alliser Thorne y la banalidad del mal
A lo mejor es que David Benioff y D. B. Weiss se han leído ahora a Hannah Arendt,
puede ser. A lo mejor quieren entonar una sentida trova a la
constitución contradictoria del alma humana, Dios no lo quiera. Pero
observamos que últimamente ningún villano se va de Juego de tronos sin recibir lo suyo, no digamos lo de su prima. Porque a la hora de morir, zas: discursito redentor. Yo no soy mala, es que me han dibujado así. Y hala, tira. Espadazo, chorrito y títulos de crédito. Ni-no, ninoni-no, ninoni-no. Y usted en su casa como Kevin Kline cuando aquello. Y cae en la trampa, porque cae. No, si en el fondo no era tan malo. ¿Ves? Ahora me da pena.
Y no, mire. Alliser Thorne, no jodas.
Desde el tercer capítulo dándole pellizquitos de monja a Jon Nieve.
Desde el tercero, y van sesenta. Y al pobre Sam que si gordi, que si
floji, que si no sé qué. Y al final no, yo es que cumplía con mi deber. Y
en realidad soy muy íntegro, si lo piensas. Y un dechado de virtudes,
por qué no decirlo. Por eso me han puesto un niño al lado en la horca,
qué te crees. Lenguaje cinematográfico. Pues vale, Weiss, Benioff. Pero
mirad una cosa. Yo he venido a que ahorquen a este señor, eh, con mis
palomitas y mis gafas de 3D, eh, a reírme y a patalear como una hiena. Y
quiero un ahorcamiento como Dios manda. Con su saña y su revancha. Y
eso no es enseñarlo con obscenidad, amiga. Como si no lo enseñas. Basta
con que el malo llegue a su muerte siendo eso, el malo. Y con que al
final, por hache o por be, no me tenga que ir yo a mi casa con la
bajona.
Roose Bolton, tres cuartos de lo mismo.
El gorrión Supremo, igual. Incluso el único gesto humano que le vimos a
la Niña Abandonada en todo Juego de tronos fue cuando ofreció consuelo a Arya —«todo acabará pronto»— y la posibilidad de morir de pie o de rodillas, justo antes de morir ella misma.
Todos tuvieron su minutito de oro poco
antes de caer, con la excepción de Ramsay Bolton y Walder Frey —y quizá
solo porque se ha establecido que esos dos personajes, más que
motivados, están cucú de la cabeza, y eso no hay background que
lo enmiende—. Es trampa, porque el objetivo no es obrar una
transformación de verdad: es dejarle a usted mal cuerpo caiga quien
caiga. Cuando lo hacen los buenos porque son buenos y cuando lo hacen
los malos porque resulta que también eran buenos, aunque vayamos a
descubrirlo a última hora y por la vía del discurso. Los showrunners no dirán eso en las entrevistas promocionales y los junkets de prensa, por supuesto. Dirán que en Juego de Tronos
también los villanos tienen sus estratos y sus motivaciones y rollos
superguapos, bla, bla, bla. Y los periodistas lo repetiremos como
cacatúas, porque a ver si se cree usted que las páginas se llenan solas.
Pero no, mentira. Varys, Melisandre, Jaime o Theon, sí. Los que
cambiaron de bando en vida, y esa transformación constituyó buena parte
del cuento. Pero ya, fin. Alguien debe montar guardia en los extremos
del espectro, y ser verdaderamente los buenos y los malos. Esto es
ficción, no realidad. No rigen los principios de la psicología, sino las
leyes de los cuentos. A ver si llevamos seis años, seis, rodando las
cabezas, y resulta que aquí no era nadie el malo.
En el fondo, la culpa es también suya y
mía, no se crea. Somos nosotros, los espectadores, los que nos hemos
dejado convencer de una gran tontería: que las ficciones no deben ser
maniqueas. Como si eso fuera posible, o acaso deseable. O como si algo
tuviera de excitante un personaje virtuoso que se enfrenta a otro
personaje virtuoso porque claro, las circunstancias. Yo no he venido
aquí a eso, ni a que me eduquen el espíritu, Weiss, Benioff. Muchas
gracias. Al fútbol y al ajedrez voy a emocionarme con las jugadas. Y Juego de tronos
es eso, o eso pone en el cartel de la entrada: un choque. Con su
sacrificio de los peones y sus tarjetas rojas injustas. Si todos somos
buenos, entonces estamos jugando al chinchón apostando garbanzos. Y la
epopeya se nos queda en coaching. Para eso me voy a ver Anatomía de Grey.
2. Sandor Clegane y el Palmar de Troya
Por dónde empezar, Weiss, Benioff. Por dónde empezar.
Aquí tenía que haber un monasterio,
punto uno. Ubicado en una isla, y la isla ubicada en una ría en la
desembocadura del Tridente. A la que se accede atravesando las marismas
que descubre la marea baja. Una especie de monte Sant-Michel,
en resumen. Era caro de hacer, vale. No era estrictamente necesario
ceñirse a los detalles, vale. Ni siquiera hacía falta que llegásemos de
la mano de Brienne, como en los libros, o que Sandor Clegane ejerciera
como el enigmático sepulturero de la congregación. Hasta admitimos que
Isla Tranquila era complicada cinematográficamente, porque en ella rige
el voto de silencio y ya me dirás tú cómo hacemos televisión con todo el
mundo callado. Y que, precisamente por eso, parece el sitio ideal para
que economicemos en la partida de producción, que estamos en la sexta
temporada, los dragones son ya muy grandes y las batallas de los
bastardos no se hacen solas. Vale. Pero hombre, yo qué sé. Es que esto
tampoco, Weiss, Benioff, perdonadme. Ya no porque la Isla Tranquila no
sea una isla; es que no es nada. No hay nada. Que lo están construyendo,
diréis. Ah, claro, muy bien. Pero, mientras tanto, esto es el
equivalente en la ficción de una esfera ideal suspendida en el vacío:
gente en un prado, Weiss, Benioff. Gente en un prado.
Y qué gente. Qué caras. ¿Esto qué es,
una secta? Porque lo parece. La granja-secta-polígama de Playmobil,
edición Esperando al ovni. Con el opening ese, de verdad. Qué cursi. Y qué cliché tan grande. Y el aluvión que viene después: el parto leña; el yo estuve en Vietnam; el tú eras Jeremy Irons y yo Robert De Niro y al final nos queman la aldea; etcétera. Y el Hermano Mayor, que esa es otra. Se hace reiki, se hace coaching
de vida, se vende Ford Focus. Hasta le tenéis que haber sacado diciendo
expresamente, y cito, «soy un puto septón», porque era talmente uno que
entra en un bar. Y encima sin decir nada que no haya dicho Paulo Coelho. Barato todo. Baratísimo. Eso no se le hace a Ian McShane, Weiss, Benioff. Perdonadme que os lo diga.
Y menos que nadie a Sandor Clegane.
Porque el Perro, más que ningún otro personaje, necesita vuestra ayuda. O
sea: hombretón vueltadetódico, robusto físicamente, devoto de sus
obligaciones y atormentado por su pasado. A lo mejor es el protagonista
de cualquier película de Bruce Willis. A lo mejor. Y de
la mitad de películas de acción de los últimos cuarenta años. ¿Es eso
malo? No. Contar con un prototipo tan reconocible es hasta deseable, más
entre tanto personaje extravagante como hay en Juego de tronos.
Engrasa, resulta digestivo. Y más si da las mejores ensaladas de
hostias de la serie. Pero, lo dicho, que entonces necesita ayuda, no que
le hagáis las jugarretas relacionadas con el presupuesto precisamente a
él. No que lo ubiquéis como protagonista en un escenario tan abstraído
que ha quedado reducido a la égloga pastoril. Si se sumerge a un
personaje cliché en un universo de clichés y lo echamos a andar por sí
solo, como si fuera un muñeco a cuerda, entonces pasa esto. Mi hermano
me quemó la cara: trauma. Mato porque tengo trauma: más trauma. Como
tengo tanto trauma por matar, me meto en una secta absurda pero los
matan a todos: supertrauma. Y así seis años sin que al Perro le ocurra
realmente algo, porque todo lo que le pasa acaba siendo lo mismo. Y la
casa sin barrer, y la pistola de Chèjov sin aplicar. Y la gente se marea y el público se mea.
Para hacer volver al Perro así,
garbanceramente y mal, y sin que luego concurra más que tangencialmente a
los acontecimientos importantes de la temporada —ni siquiera aparecía
en el capítulo final—, os lo podíais haber ahorrado. Que reapareciera
más tarde, en la séptima temporada, ya integrado directamente en la
Hermandad sin Estandartes. Total, sería casi más plausible que
encontrarlo donde lo hemos hecho. Y todo ese metraje tontamente
invertido en una fábula de Samaniego podría habernos
servido para no incurrir en algunas de los omisiones más incomprensibles
de la temporada —cof, cof, el pasado del Cuervo de Tres Ojos como
Brynden Ríos, cof—.
3. Esta muerta está muy muerta
Y mira, hablando de omisiones dolorosas. Nos vamos a dar el gusto de reventar el que ha sido uno de los spoilers más peligrosos de Juego de tronos, fundamentalmente porque ya ha dejado de serlo. Si no ha leído los libros, agárrese a algo. ¿Ya? Va:
Catelyn Stark no murió en la Boda Roja. O
sea, sí. Pero revivió al tercer día, hosanna en el cielo. Y ahora es un
zombi, o algo parecido. Un zombi superjodido. Y se hace llamar Lady
Corazón de Piedra. Y es la líder de la Hermandad sin Estandartes. Y está
enfadadísima, porque tú me dirás. Y le da igual ocho que ochenta. Y
están los Frey ahora mismo que no tienen Poniente para correr. Y los que
no son Frey, también.
¿Y quiere saber lo mejor de todo?
Weiss y Benioff han eliminado todo esto de la adaptación.
Durante mucho tiempos no quisimos creerlo, y confiábamos en que la espectacular rentrée de Catelyn —que en los libros ocurre poco después de la Boda Roja, en el epílogo de Tormenta de espadas— solo se estaba posponiendo. Y por eso no incurrimos en spoiler a la hora de criticar su ausencia, como hicimos cumplidamente en las revisiones de la cuarta y la quinta temporada. Parecía evidente
—esa cursiva es enfática— que Lady Corazón acabaría llegando, y no
queríamos estropear la sorpresa. Pero cuando ha terminado la sexta, y es
obvio que el personaje ha sido eliminado de la adaptación, ya no tiene
sentido guardar el secreto, porque resulta que no lo era. Weiss y Benioff no mentían, ni piadosamente ni de la otra forma. Ni George R. R. Martin. Ni Michelle Fairley. En la tele, Catelyn murió, punto. ¿Usted da crédito? Nosotros ni un poco.
Dirá usted, porque usted es así, que no
es tanta la tragedia. Beric Dondarrion ha resucitado. Jon Nieve ha
resucitado. Benjen Stark ha hecho algo parecido a resucitar. Gregor
Clegane también, e incluso su hermano Sandor, a efectos narrativos, ha
vuelto figuradamente a la vida, reenganchándose de nuevo a las tramas
cuando se le daba por abatido. ¿No resultaría machacona otra
resurrección?, dirá usted. ¿No sería casi un chiste? Respuesta: sí.
Matiz: ahora. Porque a Catelyn le correspondía volver no después de
todos ellos sino antes, en segundo lugar tras Dondarrion. Y en la sexta
temporada solo debía involucrarse con decisión en los acontecimientos.
El más relevante, la masacre de la estirpe Frey, pero también la muerte
definitiva de Beric Dondarrion y la (posible) de Brienne de Tarth. En
lugar de eso, Beric y Brienne siguen vivos y las dos hijas de Catelyn
han acabado con las dos casas que ella se proponía extinguir: la Frey y
la Bolton. Pues bueno, pues vale. No diremos que el puzle no se ha
reencajado con habilidad. Pero nos sigue pareciendo que, sin Lady
Corazón de Piedra, Juego de tronos ha perdido una gran oportunidad.
Y el porqué ya lo mentamos en su día,
a colación de la Boda Roja. Después de ejercer como esposa en la
primera temporada, como viuda en la segunda y como madre en la tercera,
«Catelyn Stark, de soltera Tully, ha recorrido todos los roles que le
reservaba su papel de gran matrona en Juego de Tronos», y por
eso murió. Haciéndola volver Weiss y Benioff habrían contravenido este
principio, y ojalá lo hubieran hecho. Ojalá en la ficción rompedora que
presume ser Juego de tronos también las matronas, las madres y
las viudas, las señoras, pudieran trascender sus roles femeninos —la
madre abnegada, la cortesana conspiradora, la luchadora corajuda en un
entorno de hombres— y convertirse, ellas también, en esos personajes
aparentemente unisex que luego nunca lo acaban siendo: las criaturas,
las fieras sobrenaturales. Nada tiene de valiente ni de nuevo que un
guerrero joven, un Cid campeador como Jon, vuelva a la vida para seguir
blandiendo su espada; pero sí lo tiene que lo haga la esposa del héroe,
la madre del guerrero. Que Catelyn recupere la vida —no Ned, no Robb, no
Jon; Catelyn— constituye la singularidad, el acontecimiento feliz y
poderoso que habría distinguido a Juego de tronos entre las grandes ficciones comerciales y lo habría hecho ganar dignidad respecto al texto original, la Canción de hielo y fuego.
Algo en lo que pensar para todos los que celebran el papel de las
mujeres en esta sexta temporada, quizá demasiado impresionados por el
caramelito —y solo caramelito— que constituye la joven Lady Lyanna
Mormont, y porque no recuerdan demasiado bien los libros. Lady Corazón
de Piedra no está. Arianne Martell no está —de eso hablaremos luego—. Y
por más que otros personajes femeninos hayan conquistado un protagonismo
formal y muy visible en la política de Poniente, no vemos que reciban
un tratamiento narrativo distinto del convencional, quizá solo con la
feliz excepción de Yara Greyjoy y el papel, siempre sui generis, de Arya
Stark.
4. Jon Nieve, crónica un «meh» anunciado
Y quizá lo peor de todo es que la
amputación de Lady Corazón de Piedra no ha servido para nada. La omisión
perseguía un objetivo, pero ese objetivo no se ha cumplido.
Recordará usted que al acabar la quinta
temporada dejamos a Jon Nieve más muerto que Mufasa. Pues bien; el
pasado abril, justo antes empezar la sexta temporada, en la casa de
apuestas online BetWay la resurrección del Lord Comandante se cotizaba
1/100, lo que significa que el 99% de las apuestas eran a favor —eso y
que los vencedores se habrán embolsado a estas alturas la friolera de un
euro por cada cien apostados—. Y no, le anticipo que no todos eran
eminentes exégetas de la obra de George R. R. Martin. De hecho, solo el
80% apostaron a que abandonaría seguidamente la Guardia de la Noche, y
eso que el juramento lo dice bien claro: «La noche se avecina, ahora
empieza mi guardia. No terminará hasta el día de mi muerte». Es decir,
que muchos ni siquiera conocían demasiado bien la obra de George R. R.
Martin, y pese a eso acertaron. Les bastó con la intuición. Con sumar
dos y dos.
Y a usted también, no diga que no. Lo
sabían ellos, lo sabía usted y lo sabía yo. Y por eso, cuando finalmente
ocurrió, pues hombre: meh. Y qué gran meh, dese cuenta. La muerte y
resurrección de Jon Nieve deberían haber constituido un hito en Juego de tronos
a la altura de la decapitación de Ned Stark y el desenlace de la Boda
Roja, e incluso provocar más conmoción. Uno, porque su asesinato también
estaba previsto en los libros publicados, pero no su resurrección, y ni
siquiera los lectores sabían que pasaría; y dos, porque Weiss y Benioff
habían preparado cuidadosamente el terreno para que el regreso de Nieve
resultase todavía más chocante para los televidentes, y lo hicieron a
costa de grandes sacrificios. El mayor de todos, Lady Corazón de Piedra.
Aunque sabíamos que la resurrección de la carne se contempla también en
la adaptación —y además de dos maneras: como zombi, si median los
caminantes blancos, o volviendo a la vida tras la intercesión de un
sacerdote de R’hllor—, en la tele nunca le había ocurrido a un gran
protagonista. Y solo ahora podemos saber por qué. Si Catelyn hubiese
vuelto a la vida cuando tocaba, al final de la tercera temporada o al
inicio de la cuarta, habría ejercido como precedente. La muerte ahora de
Nieve habría carecido de emoción, porque habríamos anticipado que
resucitaría; y cuando resucitase tampoco resultaría chocante, porque
sabríamos que iba a pasar. Como la muerte de un gran protagonista —la de
Ned—, la sorpresa de la resurrección de otro gran protagonista era
también una suerte de virginidad, algo que el espectador solo podía
perder una vez, la primera. Había que elegir: o Catelyn tempranamente o
Jon mucho después, ya en la sexta temporada. Y eligieron a Jon,
confiados en que así darían una campanada mayor.
¿Y qué ha ocurrido? Justo lo contrario. Un epic fail rigurosamente literal, en lo epic y en lo fail.
Campanada, ninguna. Sorpresa, cero. En todo momento supimos que la
muerte de Jon Nieve era cierta, pero no definitiva. ¿Por qué? Por la
poca maña del texto y la realización. Concretamente, porque Weiss y
Benioff, o quizá la HBO, quisieron que funcionase como cliffhanger al final de la quinta temporada. Y, más concretamente, por la factura de la secuencia que ejerció como cliffhanger, convencional hasta decir basta. Con su plano cenital, su zoom,
su sangre y su apestosa tromba de violines. Y su ubicación exactamente
al final del último capítulo de la temporada. ¿Desde cuándo son las
cosas así en Juego de tronos? Hasta entonces, las muertes de
los grandes héroes habían ocurrido con una realización sobria y muy
singular, desprovista de manierismos melodramáticos; y en capítulos
intermedios de las temporadas en lugar de al final, contraviniendo
todavía más los convencionalismos televisivos. Por eso nos sorprendieron
tanto y por eso no dudamos que fueran ciertas.
Bastaba con hacer lo mismo. Con matar a
Jon igual que a Ned, Catelyn y Robb. No al final de la temporada, sino
en el octavo capítulo o el noveno. No mostrando sus restos en primer
plano, sino veladamente, de lejos o sin hacerlo en absoluto. Habríamos
creído efectivamente que Jon Nieve estaba muerto, para gran flipar, y al
resucitar en esta sexta temporada nos habríamos quedado muertos en la
bañera. Bastaba, en suma, con haber repetido la fórmula, esa forma
honesta de crear sorpresas a través de la técnica, en lugar de optar
esta vez por la forma industrial, la que tiene más que ver con el marketing, los teasers y los trailers. Una pena, la verdad.
5. Jorah Mormont, Jorah que te Jorah
Y mira, hablando de pena, hablemos de darla. Tres veces se han separado ya Daenerys y Jorah Mormont. Tres. Una, dos y tres.
Desde la primera vez en la cuarta temporada hasta esta última, a mitad
de la sexta. Casi veinte capítulos dura ya la cruzada hazmecásica,
pagafántica y nuncafollista del caballero de la triste figura para
conquistar el amor de su Dulcinea particular, o al menos darle pena. O
recabar su perdón, que es una manera de representar lo mismo. Algunos
dieron de sí, estamos de acuerdo. Pocas secuencias hemos visto en Juego de tronos mejores que la del paso de Jorah y Tyrion por la antigua Valyria,
donde el caballero contrajo la psoriagrís. Pero son dos temporadas ya
sin que cambie realmente nada en esta historia de amor que no es tal
cosa, porque Daenerys ya eligió y eligió como Macarena, darse a su
cuerpo alegría y cosa buena. Con Daario Naharis, nos ha jodido mayo. Y
se llegó entonces a un arreglo con los espectadores: Daario se comería
el sándwich y Jorah gozaría de mayor confianza como consejero, un plus
por objetivos y un asiento permanente en lo alto de la pirámide con unas
magníficas vistas a la friend zone. Fin de la historia.
Esto no es un triángulo amoroso. No lo
es en los libros y en la serie tampoco puede, porque no se han
practicado cambios en este sentido. Pero Weiss y Benioff insisten en
retratarlo como si lo fuera. Con los clichés a los que acostumbra el
cine y la tele en estos casos: secuencias a tres bandas, duelos de cornamentas y lo dicho, esos reencuentros machacones entre Daenerys y Jorah que se resuelven siempre igual, con la «Lacrimosa» de Mozart,
el mutis de Mormont por el foro y la certeza —ya impepinable— de que
esto mismo volverá a ocurrir en no más de cinco o seis capítulos. Y la
próxima vez, será la cuarta. ¿Por qué está pasando esto? Por falta de
valor, intuimos. Weiss y Benioff quieren representar formalmente algo
que, en realidad, no está pasando. Y seguramente lo hacen porque piensan
que no tienen elección. En Hollywood y en la gran tele persiste un
miedo atroz a que un gran protagonista no mantenga algún tipo de tensión
romántica, la que sea. No digamos ya si es mujer y en edad de merecer. Y
ocurre que en este punto de Juego de tronos, cuando Ygritte,
Shae, Talisa, Robb y Renly han muerto, hemos consumido ya la mayoría de
las historias de amor, y desde luego todas las emocionantes. Y se conoce
que tiene que haber alguna, por cojones. Weiss y Benioff casi lo
admitieron con el subtexto del diálogo en el que Daenerys manda a Daario a tomar mismamente por donde amargan los pepinos.
Nunca hasta ahora hemos recomendado
matar a un personaje, menos todavía a uno que sigue vivo en los libros.
Pero a Jorah debieron haberlo fulminado hace tiempo, e inexcusablemente
en esta temporada. Las razones, parecidas a las que dimos con Sandor:
lleva seis años, seis, interpretando un mismo papel, el de un Humbert
Humbert coñón. Demasiados para que nos resulte deseable su más que
probable reunión con Daenerys por cuarta vez —¡cuarta vez!—, o acaso
emocionante. Repetimos: las leyes de la vida son unas y las de la
ficción son otras. Hace ya tiempo que Mormont es un zombi narrativo. Por
eso esperamos que cuando vuelva, porque volverá, al menos lo haga
convertido en un hombre de piedra. O en vampiro, qué más da. Pero que le pase algo, por Dios.
Posdata. Parte del metraje de Mormont
podría haberse invertido en abundar en las tramas de Essos, que falta
hace. Y particularmente en la de Varys, el eterno olvidado de Juego de tronos.
Que sí; en esta partida de ajedrez,
Varys y Meñique son los caballos. Saltan por el tablero y eso es parte
del encanto. Empieza a parecer que tienen un jet supersónico cada uno,
pero bueno, vale. Aceptamos pulpo. Ahora bien; después de su profunda
transformación televisiva –porque el Varys de los libros comparte solo
filosofía con el de la serie, y sus actos son completamente distintos–,
que la Araña no se encuentre con Daenerys era una línea roja, y Weiss y
Benioff no es que la hayan pisado; es que han bailado el Kalinka sobre ella. Antes del último capítulo de esta sexta temporada había gente en internet diciendo ya que Varys era una alucinación de Tyrion,
no le digo más. Y cuando por fin Daenerys y Varys compartieron su
primer plano ocurrió literalmente en la última secuencia de la
temporada. Y sin cambiar antes palabras. ¿Imagina usted que cuando ser
Barristan se unió a la delfina Targaryen hubiera ocurrido así,
apareciendo directamente a su vera? ¿O que se hubiera prescindido, en
esta temporada, se la secuencia en que ella pacta su alianza con los
hermanos Greyjoy? Pues eso.
6. A buenas horas, Manosfrías
Es un hecho ampliamente documentado que el diablo está en los detalles. Quedémonos con esta idea preliminar.
No, no le vamos a reprochar a Benioff y
Weiss que nos hayan privado hasta ahora de Manosfrías, ese personaje
enigmático y razonablemente sobrenatural que campa a sus anchas por la
región más allá del Muro. En la cronología televisiva le correspondía
efectuar su entrada mucho antes, cuando Sam y Gilly escapaban del
torreón de Craster en la tercera temporada, y después quedarse largo
tiempo durante la cuarta, al menos hasta que Bran llegaba a la cueva del
Cuervo de Tres Ojos. Durante todo ese tiempo, en los libros, lo
conoceremos por este apodo y lo veremos siempre embozado con un pañuelo,
sin llegar a saber nada sobre su identidad. Y nos diremos: es Benjen.
Pero es que lo mismo nos dijimos en su día sobre Mance Rayder, el rey
más allá del Muro, y luego mira. Y además contemplamos la posibilidad de que Benjen sea Daario Naharis, porque en Juego de tronos ya, lo que veas. Así que Manosfrías era quizá un secreto a voces, pero un secreto. Y en eso estaba la gracia, por supuesto.
Benioff y Weiss, en cambio, no podían
sostener el mismo enigma, y de hecho ningún enigma. Lo suyo es
televisión, y alguien debía interpretar al personaje. Si lo hubiera
hecho Joseph Mawle, el mismo actor que interpreta a
Benjen, blanco y en botella; y si lo hubiese hecho otro, habríamos
descartado que Manosfrías fuese el hermano de Ned Stark. Así que, en
realidad, no se trata de que hayan retrasado simplemente su aparición;
han dejado al personaje en off hasta superar el punto de la
historia al que han avanzado los libros y entonces lo han hecho entrar,
procediendo con todas las revelaciones de sopetón: pum, Manosfrías, pum,
y es Benjen Stark, pum, y además está muerto. O muerto como la gente
está muerta últimamente en Juego de tronos, que no es realmente
mucho. ¿Que la cosa pierde? Nos ha jodido. Pero no había otra manera.
Desventajas que tienen las pantallas frente a las páginas. A cambio, el
sexo en la tele gana una cosa bárbara. Y los septos explotando, ni te
cuento.
Y eso es precisamente lo que vamos a
reprocharle a Weiss y Benioff, porque aquí hemos venido a perdonar
vidas. No los dragones, sino algo parecido: el alce. El alce en el que
cabalga Manosfrías. Que tampoco es un alce, cuidado. Como el mismo Martin escribe,
el animal mide diez pies de altura hasta la cruz, unos tres metros, y
debe ponerse de rodillas para que suban los jinetes. Y en otros puntos
le dedica los apelativos de «gran» y «gigante». Aunque a veces se propone que podría ser un alce americano simplemente muy grande, suele convenirse que se trata de un alce irlandés, también conocido por su —elocuente— nombre científico: megaloceros giganteus.
Se trata de una especie de ciervo, la más grande que ha existido,
extinguida hace diez mil años, a finales del Pleistoceno. De hecho, en
los libros, Martin también se ocupa de mencionar expresamente que la
cornamenta del animal es como la de «uno de los alces gigantes que una
vez vagaron libremente a través de los Siete Reinos, en tiempos de los
Primeros Hombres». Una cornamenta de tres metros y medio de lado a lado,
para hacernos una idea.
¿Cuánto mola la megafauna de finales del Pleistoceno? Muchísimo. ¿Cuánto mola esa megafauna en Juego de tronos? Muchísimo más. Ya lo dijimos a colación de los mamuts:
la aparición de animales no estrictamente fantásticos, sino reales pero
extintos, ubican a la serie en un punto muy singular, muy suyo, entre
el realismo y la fantasía, pero escorándose hacia lo primero. Una gotita
de Parque Jurásico, plic, y solamente una.
Lamentablemente, parece que solo Martin lo sabe apreciar, o al menos que
Weiss y Benioff no lo aprecian más que lo que aprecian la factura de
los efectos especiales. La cuenta es la misma: después de haber omitido
en televisión a la gran osa polar que cabalga Varamyr Seispieles (que
por su altura de trece pies, casi cuatro metros, más parece una
variación ártica del extinto oso de las cavernas que un oso polar
moderno) y de que no hayamos visto tampoco a ningún ejemplar de
gatosombra, el alce gigante de Manosfrías ofrecía a Weiss y Benioff una
última posibilidad de establecer que la megafauna es la norma más allá
del Muro, y de conseguir así lo mismo que Martin en los libros: invocar
con eficacia las grandes extinciones perpetradas por el hombre prehistórico
y la última gran glaciación, entre otras ideas que visten muy bien a la
región más allá del Muro, y por extensión al mundo mismo en el que
tiene lugar Juego de tronos.
El diablo está en los detalles,
decíamos. Vaya que si lo está. Y con este se ha asomado. Tanto que
debemos decir que al menos ya hay una cosa que la hacen mejor en El Hobbit que en Juego de tronos. Quién nos lo habría dicho.
7. Marina Dorne, ciudad de vacaciones
¿Se acuerda usted de los Martell? Haga memoria: pelo negro, constitución chupada, tez aceitunada. ¿No? Pues fueron la Next Big Thing,
los Martell. Por la mala follá, sobre todo, pero no solo por eso.
También practicaban el poliamor, conspiraban que daba gloria y pasaban los dedos por velas, que es una cosa no verbal que los hacemos españoles cuando hay una cámara delante. Eran ellos así, sandungueros y españolazos. Y un poco indepes. Ya lo dijo Tywin Lannister: «No seremos siete reinos hasta que Dorne vuelva al redil». Así que Dorne volvió, y para ello Juego de tronos tuvo que desplazar su monumental aparato de producción a España. Juego de tronos no era Juego de tronos sin el arco de Dorne, o eso pensaban entonces Martin, Weiss y Benioff. Ahora se conoce que han cambiado de idea y han hecho que el reino del sur desaparezca pero así, pin, pan. Drexit
fulminante de Dorne en el primer capítulo de la temporada. Y nunca más
se supo hasta minuto y medio nueve horas después, en el capítulo final. Spain, one point. Lamentablemente.
Contexto: Muchos lectores de George R.
R. Martin ya se quedaron fríos en la temporada pasada, cuando supieron
que media familia Martell ni siquiera formaría parte de la serie. En
particular la princesa heredera, Arianne Martell, que juega un papel
protagonista en los libros y es uno de los personajes que asume el punto
de vista narrativo en Festín de cuervos y Danza de dragones;
y su hermano Quentyn Martell. No revelaremos los detalles; baste decir
que las subtramas de estos personajes tienen implicaciones muy grandes
en la contienda por ocupar el Trono de Hierro, por no decir que
decisivas en este punto de la Canción de hielo y fuego. Sin
embargo, en televisión, tampoco sus actos le fueron legados a otros
personajes, simplemente se amputaron de la narración. Si además se
considera que Oberyn lleva criando malvas desde la cuarta temporada, las
muertes ahora de Doran y Trystane hacen que la familia Martell, que en
los libros sigue relativamente completa y ganando protagonismo, haya
sido completamente desterrada de la adaptación televisiva. Y lo que es
más significativo: Weiss y Benioff también se han asegurado de acabar
con todos los personajes del arco dorniense que retienen cierto foco en
los libros: Areo Hotah y Myrcella Baratheon. Ha sido una purga, sin más.
Se trataba de acabar con el arco.
Pero ¿por qué? Misterio. Aunque doctores tiene Westeros, por supuesto. En Io9, optimistas ellos, decían
al empezar la temporada que Ellaria Arena, la responsable formal y
única superviviente de esta masacre, «puede haberse cargado
completamente Dorne como país pero puede haber salvado Dorne como
trama». Ojalá, pero no. Ni siquiera se ha reemplazado una gran historia
por otra pequeña, porque a minuto y medio
tras nueve capítulos sin Dorne malamente se lo puede considerar una
trama. Y menos cuando los verdaderos protagonistas de ese minuto y medio
son los carismas arrolladores de Varys y Olenna Tyrell. ¿Podría ser
distinto? Seguramente no. Ellaria y las tres Serpientes de Arena
mayores, Obara, Nymeria y Tyene, son cuatro personajes poco menos que
intercambiables entre sí, y tremendamente prescindibles, con una
esperanza de vida narrativa de un cuarto de hora. De hecho, la
perfección con que Weiss y Benioff han abortado el curso de los
acontecimientos en Dorne y la forma atropellada con la que han atado sus
cabos sueltos al remolque Tyrell en el último capítulo invita a pensar
en que aquí no median razones narrativas, sino industriales. Alerta
conspiranoia.
Precisamente mientras se emitía esta sexta temporada George R. R. Martin ha prepublicado un capítulo del siguiente libro de la Canción de Hielo y Fuego, Vientos de invierno,
que tiene por protagonista y punto de vista a Arianne Martell. Parece
poca casualidad que, mientras ella misma y sus satélites ganan
protagonismo en la saga literaria, sosteniendo un gran arco e
implicándose cada vez más en los demás, en la televisión sean
precisamente ellos los que resultan completamente eliminados. Si
tuviéramos que apostar, diríamos que Weiss, Benioff y Martin (que
también es productor de la serie y comparte el mando en las decisiones
ejecutivas, detalle importante) acaban de dar un tajo profundo en Juego de tronos para separar libros y adaptación, y lo han hecho en Dorne.
Ese tajo estaba previsto y abierto ya,
por supuesto. De ahí la omisión en televisión de Arianne y que tampoco
se retrate la implicación activa de los Martell en la causa Targaryen.
Pero los acontecimientos han obligado a Weiss, Benioff y Martin a
acometerlo de raíz, extrayendo Dorne al completo. La razón: el retraso
forzoso de la publicación del próximo libro, Vientos de invierno,
para después de la emisión de la serie en lugar de antes, tal y como se
planeaba en un principio. De esta manera, el inminente volumen
literario ya no será donde se desvele la resurrección de Jon Nieve, la
verdadera identidad de Manosfrías o la destrucción del Septo de Baelor,
por ejemplo; pero cuenta con un arco inmenso, cedido ex profeso por su
hermano televisivo, del que los espectadores —los potenciales lectores,
los potenciales compradores— lo desconocen todo. Y ese arco, lo dicho:
gana más relevancia con cada momento que pasa. Tanto que no parece
descabellado que sea ya determinante en la contienda final por el Trono
de Hierro, al menos en los libros. Oh, porque sí: Juego de tronos tendrá un ganador, y alguien se sentará finalmente en el dichoso trono. Pero la Canción de Hielo y Fuego,
los libros, tendrán también un ganador, y será otro. Habrá dos finales
distintos, uno en la pantalla y otro en las páginas. ¿Que no? Al tiempo.
Y hasta aquí las siete críticas a la sexta temporada. Mañana a la misma hora cantaremos las alabanzas. Le esperamos.
¿Y si en vez de las farolas nos iluminan las plantas?
La bioluminiscencia está muy presente en la naturaleza: luciérnagas, el plancton fluorescente o algunas peces abisales son buenos ejemplos. Los investigadores esperan ampliar sus conocimientos para que, en el futuro, sea la naturaleza quien nos ilumine, no las farolas.
“Nuestra idea es la de hacer una planta que funcione como una lámpara de escritorio, pero que no se tenga que enchufar. La luz sería creada por el metabolismo energético de la planta en sí“, afirma Michael Strano, investigador principal. El experto cree que sería un paso importante, ya que “el 20% del consumo de energía global es de la iluminación artificial“.
El avance viene descrito en la revista Nano Letters, utilizando la luciferasa, la enzima que hace brillar a las luciérnagas. “Las plantas pueden autorrepararse, tienen su propia energía y ya están adaptadas al mundo exterior”, afirma Michael.
Usando plantas de berro, los investigadores lograron que las plantas emitieran luz durante 45 minutos, y luego lograron alargarlo hasta las 3 horas y media. Aunque la energía producida fue irrisoria, solo una milésima parte de la luz necesaria para leer en la oscuridad, los investigadores confían en que puedan aumentar este porcentaje así como la duración en estudios posteriores.
El objetivo a largo plazo es desarrollar esta tecnología en un tipo de pintura que pueda pulverizarse sobre las hojas de las plantas, convirtiendo a los árboles y demás en fuentes de luz no intrusivas, un tratamiento único que podría alargarse durante todo el tiempo de vida de la planta.
Aunque esta no es la primera vez que los expertos han creado plantas que emiten luz, este es, hasta ahora, el método más simple, por lo que tal vez nos acerque a tener no solo ciudades más limpias, sino también, más bellas.
Astrónomos descubren un planeta que podría ser una “súper Tierra”
Un grupo de astrónomos ha descubierto una súper Tierra en la zona habitable de su estrella. La investigación, publicada en la revista Astronomy and Astrophysics, fue dirigida por científicos de la Universidad de Toronto. El planeta se conoce como K2-18b, y se encuentra a 111 años luz de la Tierra, orbitando alrededor de una enana roja llamada K2-18.
Se descubrió por primera vez en 2015 cuando los científicos descubrieron que orbitaba cada 33 días en la zona habitable de la estrella, lo que significa que podría tener agua líquida. Fue encontrado gracias al método de tránsito. Pero ahora, gracias al Buscador de Planetas de Velocidad Radial de Alta Precisión (HARPS) en el Observatorio La Silla del Observatorio Europeo Austral en Chile, los expertos han podido calcular el radio y la masa del planeta.
Descubrieron que tiene aproximadamente 8 veces el peso de la Tierra, y que es 2,3 veces más grande. Esto le da cierta densidad, lo que hace pensar que es un planeta rocoso con atmósfera gaseosa, o un planeta oceánico con una capa de hielo. En este momento no se puede saber con certeza, pero esperan que los próximos telescopios den más información.
“Con los datos actuales, no podemos ir más allá de estas dos posibilidades”, afirma Ryan Cloutier, autor principal del estudio. “Pero con el Telescopio Espacial James Webb (JMST), podemos explorar la atmósfera y ver si es un planeta cubierto de agua“. Los expertos añaden que “K2-18b podría ser una versión ampliada de la Tierra”.
En su artículo, los investigadores apuntan que este sistema es uno de los mejores para estudiar más adelante, ya que esta estrella enana roja es la segunda más brillante que se conoce con un planeta en tránsito, detrás de LHS 1140b.
“Debido al brillo de la estrella y la baja densidad aparente de K2-18b, el sistema ofrece una oportunidad única para estudiar la atmósfera de esta súper Tierra“. Sin duda los científicos están realmente emocionados ante tal descubrimiento.
Se descubrió por primera vez en 2015 cuando los científicos descubrieron que orbitaba cada 33 días en la zona habitable de la estrella, lo que significa que podría tener agua líquida. Fue encontrado gracias al método de tránsito. Pero ahora, gracias al Buscador de Planetas de Velocidad Radial de Alta Precisión (HARPS) en el Observatorio La Silla del Observatorio Europeo Austral en Chile, los expertos han podido calcular el radio y la masa del planeta.
Descubrieron que tiene aproximadamente 8 veces el peso de la Tierra, y que es 2,3 veces más grande. Esto le da cierta densidad, lo que hace pensar que es un planeta rocoso con atmósfera gaseosa, o un planeta oceánico con una capa de hielo. En este momento no se puede saber con certeza, pero esperan que los próximos telescopios den más información.
“Con los datos actuales, no podemos ir más allá de estas dos posibilidades”, afirma Ryan Cloutier, autor principal del estudio. “Pero con el Telescopio Espacial James Webb (JMST), podemos explorar la atmósfera y ver si es un planeta cubierto de agua“. Los expertos añaden que “K2-18b podría ser una versión ampliada de la Tierra”.
En su artículo, los investigadores apuntan que este sistema es uno de los mejores para estudiar más adelante, ya que esta estrella enana roja es la segunda más brillante que se conoce con un planeta en tránsito, detrás de LHS 1140b.
“Debido al brillo de la estrella y la baja densidad aparente de K2-18b, el sistema ofrece una oportunidad única para estudiar la atmósfera de esta súper Tierra“. Sin duda los científicos están realmente emocionados ante tal descubrimiento.
Lo que el cerebro ve
¿Quién no ha tenido alguna vez la "intuición" de que debía evitar un determinado camino, acompañada de una inquietud difícil de explicar? Una intuición que después resultó ser certera... Es como si nuestro cerebro hubiera "visto" algo que pasó desapercibido a nuestros ojos. Este razonamiento podría no ser tan descabellado. De hecho el cerebro procesa mucha más información de la que somos conscientes...
Y en efecto, un equipo de científicos ha averiguado la forma en que nuestro cerebro procesa información visual que no somos conscientes de haber visto, lo que indica que la influencia de las imágenes subliminales podría ser más importante lo que se pensaba, según un estudio que publica el último número de la revista Neuron.
La palabra subliminal hace referencia a lo que está por debajo del umbral de la consciencia. Y cuando se aplica a un estímulo, que en el caso de este estudio sería visual, indica que no se percibe de forma consciente. Sin embargo, puede influir en la conducta. "Nuestros resultados indican que lo que es invisible para el ojo humano puede ser codificado y almacenado brevemente por nuestro cerebro", explican un equipo multidisciplinar de investigadores, de las universidades de Nueva York y Oxford y el Colegio Francés.
El trabajo está liderado por el prestigioso neurocientífico Stanislas Dehaene, director del laboratorio de neuroimagen cognitiva. La investigación ha sido financiada entre otras por el programa horizonte 2020 de la Unión Europea y la dirección general de armamento del Ministerio de Defensa Francés, además de otras fundaciones privadas.
Para llegar a esta conclusión, los participantes en el estudio vieron una serie de imágenes muy rápidas y tenían que indicar las que habían visto y que las que no. Paralelamente, los investigadores medían su actividad cerebral mediante magnetoencefalografía (MEG), una técnica de neuroimagen no invasiva que hace múltiples mediciones cada milisegundo de los diminutos campos magnéticos generados por la actividad neuronal. Después desarrollaron algoritmos para decodificar el contenido de estas imágenes directamente de los datos obtenidos mediante neuroimagen.
De esta forma los investigadores pudieron confirmar una serie de predicciones teóricas. En particular, revelan una discrepancia llamativa entre la información visual que se mostraba a los sujetos participantes (algo bastante objetivo) y lo que los sujetos informaban haber visto(una apreciación subjetiva). Pero de propina, y contrariamente a las predicciones teóricas, los investigadores también encontraron que las imágenes aparentemente "invisibles", es decir, no percibidas de forma consciente" pueden mantenerse durante un tiempo en las regiones de "alto nivel" del cerebro.
"Sin lugar a dudas, estos resultados sugieren que puede ser necesario revisar nuestra actual comprensión de los mecanismos neurales de la percepción consciente", resaltan los investigadores. "Sin embargo, más allá de nuestros hallazgos empíricos, este estudio demuestra que las herramientas de aprendizaje automático (como el algoritmo empleado en este estudio) pueden ser extraordinariamente poderosas en la decodificación de la actividad neuronal de grabaciones los registro magnetoencefálicos. Un adelanto de lo que podemos descubrir sobre el funcionamiento del cerebro". Un adelanto que podría inspirar una novela de ciencia ficción (o tal vez no tanta ficción) sobre el control externo al que se podría someter al cerebro humano...
Y es que, como explica la Wiki, algunos mensajes visuales que contienen información que no se puede observar a simple vista, como ocurre con las imágenes fijas. Cuando las imágenes están en movimiento el ojo humano no es capaz de percibir de manera consciente cada una ella si se proyectan a una velocidad superior a 14 imágenes por segundo. Pero, el cerebro sí que es capaz de percibirlas y, como demuestra este trabajo, retenerlas durante un tiempo, aunque estén fuera de nuestra consciencia. Por eso este tipo de imágenes pueden influir en la voluntad a la hora de realizar una determinada actividad (consumir un determinando producto o marca; notar algún tipo de sensación, placentera o repulsiva; o incitar alguna necesidad: sed, hambre, terror, etc.).
Y en efecto, un equipo de científicos ha averiguado la forma en que nuestro cerebro procesa información visual que no somos conscientes de haber visto, lo que indica que la influencia de las imágenes subliminales podría ser más importante lo que se pensaba, según un estudio que publica el último número de la revista Neuron.
La palabra subliminal hace referencia a lo que está por debajo del umbral de la consciencia. Y cuando se aplica a un estímulo, que en el caso de este estudio sería visual, indica que no se percibe de forma consciente. Sin embargo, puede influir en la conducta. "Nuestros resultados indican que lo que es invisible para el ojo humano puede ser codificado y almacenado brevemente por nuestro cerebro", explican un equipo multidisciplinar de investigadores, de las universidades de Nueva York y Oxford y el Colegio Francés.
El trabajo está liderado por el prestigioso neurocientífico Stanislas Dehaene, director del laboratorio de neuroimagen cognitiva. La investigación ha sido financiada entre otras por el programa horizonte 2020 de la Unión Europea y la dirección general de armamento del Ministerio de Defensa Francés, además de otras fundaciones privadas.
Para llegar a esta conclusión, los participantes en el estudio vieron una serie de imágenes muy rápidas y tenían que indicar las que habían visto y que las que no. Paralelamente, los investigadores medían su actividad cerebral mediante magnetoencefalografía (MEG), una técnica de neuroimagen no invasiva que hace múltiples mediciones cada milisegundo de los diminutos campos magnéticos generados por la actividad neuronal. Después desarrollaron algoritmos para decodificar el contenido de estas imágenes directamente de los datos obtenidos mediante neuroimagen.
De esta forma los investigadores pudieron confirmar una serie de predicciones teóricas. En particular, revelan una discrepancia llamativa entre la información visual que se mostraba a los sujetos participantes (algo bastante objetivo) y lo que los sujetos informaban haber visto(una apreciación subjetiva). Pero de propina, y contrariamente a las predicciones teóricas, los investigadores también encontraron que las imágenes aparentemente "invisibles", es decir, no percibidas de forma consciente" pueden mantenerse durante un tiempo en las regiones de "alto nivel" del cerebro.
"Sin lugar a dudas, estos resultados sugieren que puede ser necesario revisar nuestra actual comprensión de los mecanismos neurales de la percepción consciente", resaltan los investigadores. "Sin embargo, más allá de nuestros hallazgos empíricos, este estudio demuestra que las herramientas de aprendizaje automático (como el algoritmo empleado en este estudio) pueden ser extraordinariamente poderosas en la decodificación de la actividad neuronal de grabaciones los registro magnetoencefálicos. Un adelanto de lo que podemos descubrir sobre el funcionamiento del cerebro". Un adelanto que podría inspirar una novela de ciencia ficción (o tal vez no tanta ficción) sobre el control externo al que se podría someter al cerebro humano...
Y es que, como explica la Wiki, algunos mensajes visuales que contienen información que no se puede observar a simple vista, como ocurre con las imágenes fijas. Cuando las imágenes están en movimiento el ojo humano no es capaz de percibir de manera consciente cada una ella si se proyectan a una velocidad superior a 14 imágenes por segundo. Pero, el cerebro sí que es capaz de percibirlas y, como demuestra este trabajo, retenerlas durante un tiempo, aunque estén fuera de nuestra consciencia. Por eso este tipo de imágenes pueden influir en la voluntad a la hora de realizar una determinada actividad (consumir un determinando producto o marca; notar algún tipo de sensación, placentera o repulsiva; o incitar alguna necesidad: sed, hambre, terror, etc.).
Averiguan por qué el tiempo pasa tan lento cuando estamos aburridos
Cuando esperamos algo con muchas ganas, el tiempo parece ir tediosamente lento. Y cuando la situación anhelada llega, las horas se pasan en un suspiro. Algo parecido ocurre con la percepción del tiempo a medida que crecemos: en la niñez el reloj parece muy lento pero cumplidos los cincuenta se acelera. ¿Por qué la estimación del tiempo cambia con la situación, la etapa de la vida o incluso en algunas patologías como el párkinson?
Todos estos ejemplos apuntan en la misma dirección, como recoge una investigación publicada en la revista «Science», que señala como responsable a la dopamina, el neurotransmisor implicado en el amor, la recompensa, la motivación y el movimiento, entre otras funciones. La idea no es nueva.
La vieja hipótesis del «reloj de dopamina» dejaba en manos de esta sustancia la medida del tiempo «subjetivo» o psicológico, como el que se estima durante una espera. La capacidad de medir con precisión esos periodos depende de factores como la motivación, la atención y las emociones, como ilustran los ejemplos previos.
Sin embargo, a diferencia de la visión o audición, el juicio sobre el tiempo no está ligado a ningún órgano de los sentidos. Pero su estimación es crucial para la supervivencia en todas las especies. Desde un animal que busca comida en terreno abierto a merced de sus depredadores, a nuestra vida en la urbe, para decidir cruzar o no una carretera ante la proximidad de un vehículo.
Se sospechaba que las neuronas que producen dopamina, localizadas en el cerebro medio o mesencéfalo, tenían un papel importante como reguladoras de este reloj interno, pero faltaba encontrar la relación directa entre las señales transmitidas por esas neuronas y el paso del tiempo. Para rellenar ese hueco, neurocientíficos del Centro Champalimaud para lo Desconocido (Lisboa) miraron la actividad de estas neuronas en ratones adiestrados para calcular si un intervalo entre dos señales acústicas era más corto o más largo que un segundo y medio. Por raro que parezca, después de meses de entrenamiento, los ratones eran muy competentes para estimarlo.
Paralelamente, se midió la actividad de las neuronas dopaminérgicas y vieron que su activación o inhibición transitoria podía frenar o acelerar la estimación del tiempo. Si las estimulaban para producir más dopamina, los ratones tendían a subestimar el tiempo, y si las silenciaban, tendían a sobreestimarlo. «Esto, junto con las señales de origen natural que observamos en el experimento previo, demuestra que la actividad de estas neuronas es suficiente para alterar la percepción del paso del tiempo», explican los investigadores.
Todos estos ejemplos apuntan en la misma dirección, como recoge una investigación publicada en la revista «Science», que señala como responsable a la dopamina, el neurotransmisor implicado en el amor, la recompensa, la motivación y el movimiento, entre otras funciones. La idea no es nueva.
La vieja hipótesis del «reloj de dopamina» dejaba en manos de esta sustancia la medida del tiempo «subjetivo» o psicológico, como el que se estima durante una espera. La capacidad de medir con precisión esos periodos depende de factores como la motivación, la atención y las emociones, como ilustran los ejemplos previos.
Sin embargo, a diferencia de la visión o audición, el juicio sobre el tiempo no está ligado a ningún órgano de los sentidos. Pero su estimación es crucial para la supervivencia en todas las especies. Desde un animal que busca comida en terreno abierto a merced de sus depredadores, a nuestra vida en la urbe, para decidir cruzar o no una carretera ante la proximidad de un vehículo.
Se sospechaba que las neuronas que producen dopamina, localizadas en el cerebro medio o mesencéfalo, tenían un papel importante como reguladoras de este reloj interno, pero faltaba encontrar la relación directa entre las señales transmitidas por esas neuronas y el paso del tiempo. Para rellenar ese hueco, neurocientíficos del Centro Champalimaud para lo Desconocido (Lisboa) miraron la actividad de estas neuronas en ratones adiestrados para calcular si un intervalo entre dos señales acústicas era más corto o más largo que un segundo y medio. Por raro que parezca, después de meses de entrenamiento, los ratones eran muy competentes para estimarlo.
Paralelamente, se midió la actividad de las neuronas dopaminérgicas y vieron que su activación o inhibición transitoria podía frenar o acelerar la estimación del tiempo. Si las estimulaban para producir más dopamina, los ratones tendían a subestimar el tiempo, y si las silenciaban, tendían a sobreestimarlo. «Esto, junto con las señales de origen natural que observamos en el experimento previo, demuestra que la actividad de estas neuronas es suficiente para alterar la percepción del paso del tiempo», explican los investigadores.
El primer viaje interestelar
A pesar de que la Humanidad no ha explorado aún a fondo algunos de los mundos más interesantes y prometedores de nuestro propio Sistema Solar, la NASA tiene ya la vista puesta en un objetivo mucho más lejano y ambicioso: el primer viaje interestelar.
Según ha revelado la revista New Scientist, en efecto, un grupo de investigadores del Jet Propulsion Laboratory acaba de presentar, en el marco de la Conferencia Anual de la Unión Geofísica Americana, celebrada en New Orleans, un plan para alcanzar el sistema de Alpha Centauri, la estrella más próxima a nosotros, a "solo" 4,3 años luz de distancia o, lo que es lo mismo, a casi 41 billones de km. de la Tierra.
La fecha elegida para la hazaña tampoco es casual. Será en 2069, justo cuando se cumplan cien años de la llegada del primer hombre a la Luna.
La idea, tan nueva que aún no tiene nombre, nació para cumplir un mandato presupuestario de 2016 que se refiere, precisamente, a la necesidad de "hacer progresos" en el desarrollo de los viajes interestelares. Si este plan se convierte finalmente en una misión oficial, la agencia espacial norteamericana explorará, en las próximas décadas, varias tecnologías capaces de acelerar una nave a una fracción significativa (se habla de un 10%) de la velocidad de la luz, lo que permitiría alcanzar Alpha Centauri en alrededor de unos 40 años. Muy poco tiempo si consideramos que, con la tecnología actual, tardaríamos más de 30.000 años en llegar hasta allí.
Alpha Centauri es un sistema formado por tres estrellas diferentes. Las dos principales, Alpha Centauri A y B, se orbitan mutuamente. Y la tercera, Próxima Centauri, que probablemente esté solo "de paso", es la estrella más cercana a nuestro Sol, su vecina inmediata.
Parecido a la Tierra
Como se recordará, el sistema cuenta, por lo menos, con un planeta, Próxima b, que hace apenas unos meses hizo correr ríos de tinta en todo el mundo, ya que es muy similar a la Tierra. Rocoso y del mismo tamaño que nuestro propio mundo, Próxima b se encuentra, además, en la zona de habitabilidad de su estrella, es decir, a la distancia adecuada para que las temperaturas de su superficie permitan la existencia de agua líquida. Descubierto por el español Guillem Anglada Escudé, Próxima b se ha convertido, de hecho, en uno de los mejores exoplanetas candidatos a albergar vida. Y su cercanía, en términos espaciales, está agudizando el ingenio de la comunidad científica, que busca la mejor manera de llegar hasta él.
Anthony Freeman, el científico del JPL que presentó el proyecto durante la Conferencia de Nueva Orleans, explicó cuáles serían los objetivos científicos de la misión. El primero y más importante será buscar signos de vida en el sistema vecino, pero también se han incluido el estudio de la composición de la materia y la radiación que la nave encuentre en su camino a través del vasto espacio interestelar, así como la realización de experimentos que pongan a prueba la relatividad general. A su llegada a Alpha Centauri, la sonda deberá observar el sistema, determinar si contiene más planetas (algo que hoy no sabemos) y analizar tanto la atmósfera como la superficie de Próxima b en busca de agua y signos que revelen la presencia de vida.
Según el plan, unos años después del lanzamiento la NASA enviaría un gran telescopio al espacio profundo. Allí, se posicionaría de forma que la luz de Alpha Centauri roce nuestro sol, creando una "lente gravitacional" que nos permita obtener una vista completa del exoplaneta.
Luces que se encienden
Según ha declarado a New Scientist Stacy Weinstein-Weiss, autora principal del documento que plantea la misión, "podremos caracterizar la atmósfera. Y podremos ver el planeta, suponiendo que no esté cubierto de nubes". Las técnicas para detectar vida una vez en órbita incluyen la búsqueda de estructuras artificiales, el encendido y apagado de luces y la búsqueda de modificaciones de la tierra a gran escala.
Por supuesto, el mayor desafío para culminar con éxito la primera misión interestelar de la Humanidad pasa por desarrollar una tecnología de propulsión que sea realmente capaz de alcanzar el objetivo en un plazo de tiempo razonable. Una tecnología, por cierto, que aún no existe más que en el papel.
El equipo del JPL ha propuesto varias técnicas "prometedoras", desde la propulsión nuclear a motores de antimateria. Y, por supuesto, las velas solares impulsadas por láser, el mismo sistema que se propone utilizar en el Proyecto Starshot de Breakthrough Initiatives, avalado por el mismísimo Stephen Hawking y que consiste, precisamente, en enviar a Alpha Centauri un enjambre de micro naves de apenas unos centímetros de longitud.
Según ha revelado la revista New Scientist, en efecto, un grupo de investigadores del Jet Propulsion Laboratory acaba de presentar, en el marco de la Conferencia Anual de la Unión Geofísica Americana, celebrada en New Orleans, un plan para alcanzar el sistema de Alpha Centauri, la estrella más próxima a nosotros, a "solo" 4,3 años luz de distancia o, lo que es lo mismo, a casi 41 billones de km. de la Tierra.
La fecha elegida para la hazaña tampoco es casual. Será en 2069, justo cuando se cumplan cien años de la llegada del primer hombre a la Luna.
La idea, tan nueva que aún no tiene nombre, nació para cumplir un mandato presupuestario de 2016 que se refiere, precisamente, a la necesidad de "hacer progresos" en el desarrollo de los viajes interestelares. Si este plan se convierte finalmente en una misión oficial, la agencia espacial norteamericana explorará, en las próximas décadas, varias tecnologías capaces de acelerar una nave a una fracción significativa (se habla de un 10%) de la velocidad de la luz, lo que permitiría alcanzar Alpha Centauri en alrededor de unos 40 años. Muy poco tiempo si consideramos que, con la tecnología actual, tardaríamos más de 30.000 años en llegar hasta allí.
Alpha Centauri es un sistema formado por tres estrellas diferentes. Las dos principales, Alpha Centauri A y B, se orbitan mutuamente. Y la tercera, Próxima Centauri, que probablemente esté solo "de paso", es la estrella más cercana a nuestro Sol, su vecina inmediata.
Parecido a la Tierra
Como se recordará, el sistema cuenta, por lo menos, con un planeta, Próxima b, que hace apenas unos meses hizo correr ríos de tinta en todo el mundo, ya que es muy similar a la Tierra. Rocoso y del mismo tamaño que nuestro propio mundo, Próxima b se encuentra, además, en la zona de habitabilidad de su estrella, es decir, a la distancia adecuada para que las temperaturas de su superficie permitan la existencia de agua líquida. Descubierto por el español Guillem Anglada Escudé, Próxima b se ha convertido, de hecho, en uno de los mejores exoplanetas candidatos a albergar vida. Y su cercanía, en términos espaciales, está agudizando el ingenio de la comunidad científica, que busca la mejor manera de llegar hasta él.
Anthony Freeman, el científico del JPL que presentó el proyecto durante la Conferencia de Nueva Orleans, explicó cuáles serían los objetivos científicos de la misión. El primero y más importante será buscar signos de vida en el sistema vecino, pero también se han incluido el estudio de la composición de la materia y la radiación que la nave encuentre en su camino a través del vasto espacio interestelar, así como la realización de experimentos que pongan a prueba la relatividad general. A su llegada a Alpha Centauri, la sonda deberá observar el sistema, determinar si contiene más planetas (algo que hoy no sabemos) y analizar tanto la atmósfera como la superficie de Próxima b en busca de agua y signos que revelen la presencia de vida.
Según el plan, unos años después del lanzamiento la NASA enviaría un gran telescopio al espacio profundo. Allí, se posicionaría de forma que la luz de Alpha Centauri roce nuestro sol, creando una "lente gravitacional" que nos permita obtener una vista completa del exoplaneta.
Luces que se encienden
Según ha declarado a New Scientist Stacy Weinstein-Weiss, autora principal del documento que plantea la misión, "podremos caracterizar la atmósfera. Y podremos ver el planeta, suponiendo que no esté cubierto de nubes". Las técnicas para detectar vida una vez en órbita incluyen la búsqueda de estructuras artificiales, el encendido y apagado de luces y la búsqueda de modificaciones de la tierra a gran escala.
Por supuesto, el mayor desafío para culminar con éxito la primera misión interestelar de la Humanidad pasa por desarrollar una tecnología de propulsión que sea realmente capaz de alcanzar el objetivo en un plazo de tiempo razonable. Una tecnología, por cierto, que aún no existe más que en el papel.
El equipo del JPL ha propuesto varias técnicas "prometedoras", desde la propulsión nuclear a motores de antimateria. Y, por supuesto, las velas solares impulsadas por láser, el mismo sistema que se propone utilizar en el Proyecto Starshot de Breakthrough Initiatives, avalado por el mismísimo Stephen Hawking y que consiste, precisamente, en enviar a Alpha Centauri un enjambre de micro naves de apenas unos centímetros de longitud.
Nintendo Switch
De consola casual a consola modular
Nintendo nos tiene acostumbrados a no seguir el camino recto y a explorar rutas nada sencillas cuando uno va solo. Ha sido su máxima en los últimos años. Así es Nintendo y precisamente por ello sobrevive.
La compañía japonesa lo hizo con su portátil 3DS, todo un fenómeno que nadie pudo replicar, y posteriormente con la Nintendo Wii, un revulsivo en la manera de jugar. En ese caso sí que recibió respuesta, tardía pero contundente y mejorada, principalmente por parte de Microsoft con su Kinect.
Con la siguiente consola de sobremesa tocaba pasar página y alejarse de la consola casual. Pero la Wii U no le salió bien. En ella pudimos comprobar algunas ideas de alejamiento de la consola de sobremesa tradicional con ese mando con el que jugar sin necesitar otra pantalla. Esa idea es uno de los pilares que muchas marcas y plataformas están explorando: jugar con la potencia de una sobremesa pero con la libertad de hacerlo donde y cuándo queramos.
La pantalla es la consola
Hablar del diseño de la Nintendo Switch es complicado. Mucho. La realidad es que estamos ante una especie de tablet con corazón Tegra al que se incorporan diferentes elementos, desde mandos laterales a una base, para que inmediatamente sea otra cosa diferente: sobremesa que conectamos a un televisor, portátil o hasta pantalla para jugar en cualquier lado.
Salvando algunas pegas como la memoria interna, el dificilísimo reto de crear una consola de sobremesa a la vez que portátil le ha salido de cine a Nintendo
Esa ambición desmesurada por abarcar cualquier campo del juego en la actualidad (menos la VR) les ha quedado realmente bien. Cuando está colocada en su base, la Nintendo Switch aparenta como otra consola de sobremesa pero en formato muy compacto.
La Nintendo Switch como consola portátil
A falta de ver qué juegos sacan partido del rendimiento de la Nintendo Switch, porque el nuevo Zelda no lo hace, el atractivo hoy en día de la nueva consola de Nintendo es poder llevárnosla con nosotros y seguir jugando como si nada. Al mismo juego y con la misma fluidez que en modo de televisor o sobremesa.
Lo hacemos en su pantalla de 6,2 pulgadas y resolución 720p donde el nivel de detalle es suficiente para disfrutar de un juego como Zelda. Solo podríamos objetar, como pasaba con la memoria interna, que no se haya subido el nivel de la misma en cuanto a resolución. Si en teléfonos o tablets tenemos paneles de máxima calidad, no queremos menos en un dispositivo como éste. Pero seguramente el precio contenido no habría sido posible.
Ni portátil ni sobremesa: solo para momentos puntuales
En ese modo entra en juego el soporte plegable para la Switch. Aquí Nintendo no se ha esforzado nada y además de ser un elemento endeble y de plástico, no es sencillo de abrir ni admite diferentes inclinaciones, lo que limita la experiencia de juego según la situación.
Cristal cuántico que puede olvidar igual que el cerebro
La memoria y el olvido son herramientas de nuestro cerebro, que sirven para almacenar y recuperar la información, así como para dejar de recordar dicha información. Para su correcto funcionamiento, el cerebro necesita ambas funciones.
¿Y si pudiéramos conseguir que las máquinas actuaran de la misma forma? En el intento de otorgar a las máquinas esta genial flexibilidad del cerebro humano (y crear las máquinas de aprendizaje definitivas), un equipo de científicos del Laboratorio Nacional Argonne del Departamento de Energía de EE. UU., en colaboración con el Laboratorio Nacional Brookhaven y tres universidades, han descubierto por primera vez que existe en la naturaleza un material con la capacidad de olvidar de la misma forma que lo hace nuestro cerebro.
Dicho material actuaría de forma similar a los mecanismos que utiliza la biología para retener y procesar información. Para ello, realizaron un experimento que combinó simulación de superordenadores y caracterización de rayos X de un material que gradualmente se "olvida", la perovskita.
Nos acercamos a la Inteligencia Artificial avanzada: máquinas tan flexibles como el cerebro humano
"El cerebro tiene una capacidad limitada, y solo puede funcionar eficientemente porque es capaz de olvidar. Es difícil crear un material no vivo que muestre un patrón que se asemeje a un tipo de olvido, pero el material específico con el que trabajamos puede imitar ese tipo de comportamiento", aclara Subramanian Sankaranarayanan, líder del trabajo.
El material, llamado perovskita cuántica, nos ofrece un modelo no biológico más simple de lo que representaría la función del "olvido" a nivel electrónico. La perovskita, descubierta en 1839, al pie de los Montes Urales por el geólogo berlinés Gustav Rose, muestra una respuesta adaptativa cuando los protones se insertan y se eliminan reiteradamente, que se asemeja a este mecanismo cerebral humano al que nos referimos.
Así, "cuando los científicos agregan o eliminan un protón de la retícula de perovskita, la estructura atómica del material se expande o contrae de forma espectacular para adaptarse a un proceso llamado 'respiración reticular'", expone Badri Narayanan, coautor del estudio.
¿Y si pudiéramos conseguir que las máquinas actuaran de la misma forma? En el intento de otorgar a las máquinas esta genial flexibilidad del cerebro humano (y crear las máquinas de aprendizaje definitivas), un equipo de científicos del Laboratorio Nacional Argonne del Departamento de Energía de EE. UU., en colaboración con el Laboratorio Nacional Brookhaven y tres universidades, han descubierto por primera vez que existe en la naturaleza un material con la capacidad de olvidar de la misma forma que lo hace nuestro cerebro.
Dicho material actuaría de forma similar a los mecanismos que utiliza la biología para retener y procesar información. Para ello, realizaron un experimento que combinó simulación de superordenadores y caracterización de rayos X de un material que gradualmente se "olvida", la perovskita.
Nos acercamos a la Inteligencia Artificial avanzada: máquinas tan flexibles como el cerebro humano
"El cerebro tiene una capacidad limitada, y solo puede funcionar eficientemente porque es capaz de olvidar. Es difícil crear un material no vivo que muestre un patrón que se asemeje a un tipo de olvido, pero el material específico con el que trabajamos puede imitar ese tipo de comportamiento", aclara Subramanian Sankaranarayanan, líder del trabajo.
El material, llamado perovskita cuántica, nos ofrece un modelo no biológico más simple de lo que representaría la función del "olvido" a nivel electrónico. La perovskita, descubierta en 1839, al pie de los Montes Urales por el geólogo berlinés Gustav Rose, muestra una respuesta adaptativa cuando los protones se insertan y se eliminan reiteradamente, que se asemeja a este mecanismo cerebral humano al que nos referimos.
Así, "cuando los científicos agregan o eliminan un protón de la retícula de perovskita, la estructura atómica del material se expande o contrae de forma espectacular para adaptarse a un proceso llamado 'respiración reticular'", expone Badri Narayanan, coautor del estudio.
Curiosidades sobre el invierno
El invierno se caracteriza por ser una estación con días más cortos, noches más largas y temperaturas más bajas, según nos vamos alejando del Ecuador de la Tierra. Cuanto más lejos se encuentre un área del ecuador, más frías serán las temperaturas que experimentará. Las temperaturas en las regiones ecuatoriales se mantienen relativamente constantes a pesar de los cambios de estaciones, esto se debe a que, debido a la curvatura de la Tierra, las áreas ecuatoriales obtienen más luz solar, según el programa de Medición de Radiación Atmosférica (ARM).
Es la estación más fría del año, eso sin duda. Sin embargo, la mayoría piensa que la temporada más fría comienza durante el solsticio de invierno, existen dos definiciones para el invierno: el invierno astronómico y el invierno meteorológico.
Así, el invierno astronómico, lo que todos conocemos o consideramos como invierno, se define por la posición de la Tierra alrededor del Sol y varía desde el solsticio de invierno hasta el equinoccio de primavera.
El solsticio de invierno marca el momento en que el Sol pasa directamente sobre el ecuador. En el hemisferio norte, tiene lugar alrededor del 21 de diciembre y en el hemisferio sur ocurre alrededor del 21 de junio, según el Servicio Meteorológico Nacional. Estamos ante el día más corto del año y, por ello, suele ser celebrado por una gran variedad de culturas en todo el mundo.
En el momento del solsticio de invierno, el polo correspondiente se inclina unos 23,5 grados del Sol. En ese día, en el hemisferio norte, el Polo Norte está más lejos de nuestra estrella, mientras que en el hemisferio sur, que experimenta el verano, está más cerca.
Por otra parte, el invierno meteorológico comienza antes, abarcando el período de tres meses desde diciembre a marzo, según la NOAA (Administración Nacional Oceánica y Atmosférica) y se basa en el ciclo de temperatura anual y el calendario, en lugar del viaje de la Tierra alrededor nuestro sol.
El silbido del viento
¿Por qué oímos esa especie de silbido cuando hace viento? No solo puede ocurrir en invierno. La clave se encuentra cuando el viento sopla con gran intensidad. Esta fuerza hace que, en el caso de encontrar un obstáculo a su paso, la zona de paso del aire en movimiento se estrecha y se acelera, provocando este particular sonido sibilante. Ya sea la rendija de una puerta o una persiana, el viento se colará por sus pequeños huecos y producirá este sonido.
Efectos psicológicos del invierno
La ciencia ha encontrado un vínculo entre el invierno y la depresión, sobre todo en los pacientes que sufren de trastorno afectivo estacional. Esto podría atribuirse a varias razones, como que la disminución de la luz solar puede interrumpir el reloj interno del cuerpo, dando lugar a sentimientos de depresión o que el cambio de estación puede interrumpir el equilibrio de los niveles de melatonina en el cuerpo, que juega un papel clave en los patrones de sueño y el estado de ánimo, según comentan expertos de la Clínica Mayo en Rochester, Minnesota (EE. UU.). Como dato sorprendente, un estudio reciente publicado en la revista Behavioral and Brain Sciences, concluyó que los pensamientos violentos tienden a disminuir durante el invierno, pues los niveles de violencia y agresión son más altos en climas cálidos.
El invierno aumenta la creatividad
Sentir frío o calor puede hacer aflorar distintos tipos de creatividad. Así, en un estudio de 2014 publicado en Acta Psychologica, los investigadores descubrieron que las personas a las que se les daba una almohadilla terapéutica caliente, una taza caliente de té o que estaban en una habitación con una temperatura más bien alta, eran mejores en dibujo creativo, categorizando objetos y pensando en ideas de regalos para otras personas. Por otro lado, los que estaban pasando frío eran mejores en la identificación de metáforas, en idear nombres nuevos y en planificar ideas de regalos abstractos. Los investigadores plantean la hipótesis de que el calor ayuda a las personas a sentirse psicológicamente conectadas y más generosas con los demás, mientras que el frío puede estimular la creatividad más abstracta, puesto que las personas tienden a sentirse alejadas de los demás.
Es la estación más fría del año, eso sin duda. Sin embargo, la mayoría piensa que la temporada más fría comienza durante el solsticio de invierno, existen dos definiciones para el invierno: el invierno astronómico y el invierno meteorológico.
Así, el invierno astronómico, lo que todos conocemos o consideramos como invierno, se define por la posición de la Tierra alrededor del Sol y varía desde el solsticio de invierno hasta el equinoccio de primavera.
El solsticio de invierno marca el momento en que el Sol pasa directamente sobre el ecuador. En el hemisferio norte, tiene lugar alrededor del 21 de diciembre y en el hemisferio sur ocurre alrededor del 21 de junio, según el Servicio Meteorológico Nacional. Estamos ante el día más corto del año y, por ello, suele ser celebrado por una gran variedad de culturas en todo el mundo.
En el momento del solsticio de invierno, el polo correspondiente se inclina unos 23,5 grados del Sol. En ese día, en el hemisferio norte, el Polo Norte está más lejos de nuestra estrella, mientras que en el hemisferio sur, que experimenta el verano, está más cerca.
Por otra parte, el invierno meteorológico comienza antes, abarcando el período de tres meses desde diciembre a marzo, según la NOAA (Administración Nacional Oceánica y Atmosférica) y se basa en el ciclo de temperatura anual y el calendario, en lugar del viaje de la Tierra alrededor nuestro sol.
El silbido del viento
¿Por qué oímos esa especie de silbido cuando hace viento? No solo puede ocurrir en invierno. La clave se encuentra cuando el viento sopla con gran intensidad. Esta fuerza hace que, en el caso de encontrar un obstáculo a su paso, la zona de paso del aire en movimiento se estrecha y se acelera, provocando este particular sonido sibilante. Ya sea la rendija de una puerta o una persiana, el viento se colará por sus pequeños huecos y producirá este sonido.
Efectos psicológicos del invierno
La ciencia ha encontrado un vínculo entre el invierno y la depresión, sobre todo en los pacientes que sufren de trastorno afectivo estacional. Esto podría atribuirse a varias razones, como que la disminución de la luz solar puede interrumpir el reloj interno del cuerpo, dando lugar a sentimientos de depresión o que el cambio de estación puede interrumpir el equilibrio de los niveles de melatonina en el cuerpo, que juega un papel clave en los patrones de sueño y el estado de ánimo, según comentan expertos de la Clínica Mayo en Rochester, Minnesota (EE. UU.). Como dato sorprendente, un estudio reciente publicado en la revista Behavioral and Brain Sciences, concluyó que los pensamientos violentos tienden a disminuir durante el invierno, pues los niveles de violencia y agresión son más altos en climas cálidos.
El invierno aumenta la creatividad
Sentir frío o calor puede hacer aflorar distintos tipos de creatividad. Así, en un estudio de 2014 publicado en Acta Psychologica, los investigadores descubrieron que las personas a las que se les daba una almohadilla terapéutica caliente, una taza caliente de té o que estaban en una habitación con una temperatura más bien alta, eran mejores en dibujo creativo, categorizando objetos y pensando en ideas de regalos para otras personas. Por otro lado, los que estaban pasando frío eran mejores en la identificación de metáforas, en idear nombres nuevos y en planificar ideas de regalos abstractos. Los investigadores plantean la hipótesis de que el calor ayuda a las personas a sentirse psicológicamente conectadas y más generosas con los demás, mientras que el frío puede estimular la creatividad más abstracta, puesto que las personas tienden a sentirse alejadas de los demás.
viernes, 15 de diciembre de 2017
Titan Xp edición Star Wars
Nvidia preparó algo muy especial para ti.
Se trata de 2 ediciones especiales de Titan Xp, las cuales estarán tematizadas y serán un gran homenaje a la saga galáctica.
Cada una contará con una iluminación especial, que hará referencia a los lightsaber de ambos bandos de Star Wars.
Así pues, la tarjeta Titan Xp Galactic Empire será roja, mientras que la edición Jedi Order contará con una iluminación verde. Ambas tendrán el nombre del modelo iluminado en los costados.
Nvidia confirmó que el precio de cada una será de 1200 dolares.
“La Jedi Order GPU simula el desgaste y el acabado por la batalla de muchos elementos utilizados por la Alianza Rebelde, lo que resultó en que su cubierta de aluminio fundido se sometiera a un aerosol salino corrosivo y extenso. Por el contrario, el acabado de la GPU del Galactic Empire presenta líneas simples y limpias, emulando la naturaleza ordenada y de alto nivel del Imperio rico en recursos", comentó Nvidia.
Abajo te dejo un vídeo y unas imágenes para que veas cómo lucen:
jueves, 14 de diciembre de 2017
Legendary
Legendary, actualmente es una productora cinematográfica, que se encuentra en California.
Fue creada entre el año 2000, por Thomas Tull.
Actualmente, están trabajando en distintas películas tales como:
-Godzilla:King Of The Monsters
-Pacific Rim: Uprising:
Para que os hagáis una pequeña idea de la cantidad de dinero que genera el cine, os dejo a continuación unos datos muy interesantes:
Interstellar: 675,020,017 $
Pacific Rim: 411,102,947$
Godzilla: 529,076,069$
Jurassic World: 1,670,400,637$
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Legendary, actualmente es una productora cinematográfica, que se encuentra en California. Fue creada entre el año 2000, por Thomas T...